Cada vez que estoy en Roses y contemplo las crepusculares puestas de sol en su imponente bahía, no puedo más que acordarme de un a músico que ambientaba esos momentos desde la terraza del cocktail bar en el Hotel Mar y Sol a principios de los ochenta. Simplemente con su órgano y caja de ritmos conseguía amenizar a los clientes recorriendo los consabidos hits internacionales en una mezcla de lounge music y pseudo pop, un término acuñado por Asmus Tietchens para sus fosforescentes discos en Sky Records que en esos momentos uno no podía olvidar y cuya sonoridad (atribuida a la Das Zeitzeichen Orchester) no estaba en muchos momentos nada alejada de este músico anónimo que evidentemente, eso sí, estaba más cerca de propuestas como las que Waldo de Los Ríos ejercía con su cuarteto en las boites de la Costa del Sol con el repertorio que luego incluiría en su disco España Electrodinámica. Pues bien, este término de pseudo pop es recogido por el sello Geometrik para el lanzamiento del último disco de Miguel A. Ruiz bajo su seudónimo más habitual de Orfeon Gagarin esta vez acompañada por la Supermoon Orchestra.
Decir que varios de los ocho temas que componen el disco son de lo más contagioso que ha producido Miguel Ángel, por ejemplo Revestimiento Tántrico es absolutamente irresistible con la caja de ritmos CR-78 cobrando protagonismo desde el principio combinada con las tonalidades de órgano. Lo hace sin apenas tratamientos, casi siguiendo el patrón original de su momento de fabricación en los setenta, más cercanas a pequeños combos orquestales o estrafalarias celebraciones religiosas que al uso posterior en el campo del tecno pop. Otro instrumento de gran protagonismo en el disco es el vocoder también popularizado en los setenta aunque en la presentación del disco hace un guiño a sus orígenes más arcaicos como era era el Voder Mod. 1936 tocado junto al ritmocomputor y magnestóforo por el misterioso Sebastian Ventraly. Las otras voces que aparecen de fondo parecen salidas de un escape de Los Estudios Cinematográficos Chamartín o del Centro de Comunicación del Espacio Profundo de Madrid (Robledo de Chavela). Esta amalgama de un mundo idílico y amenazante es reforzada por la portada de Adamo Dimitriadis quien ya lo hizo también en su disco Dekatron III publicado también por Geometrik sello siempre atento al quehacer de Miguel A. Ruiz, una especie de lo que fue Melódiya para los sintetistas soviéticos.
Para acabar una ilustración literaria de un imaginario encuentro de easy listening jazz y electrónica o lo que se vino a llamar "nuevos conceptos de sonido" desde las páginas del libro de Rolf Strehl Die Roboter Sind Unter Uns publicado en 1956 que sirvió de inspiración a la cassette que el propio Miguel A. Ruiz compuso junto a Héctor Hernández con el título de Han llegado los robots editada por Toracic Tapes en 1989:
MÚSICA DE JAZZ EN EL "DANCING-ROBOT-ETABLISSEMENT"
Al propietario de un balneario de Flandes le costó el despido de su orquesta la friolera de un millón de francos belgas, pues tal fué el desembolso que tuvo que hacer como "honorarios especiales" de su atracción más reciente: tres intérpretes de jazz acorazados de aluminio que se levantan espectralmente, hinchan las mejillas, giran con arrobo sus ojos al ritmo sincopado, mueven cada uno sus dedos para servirse de sus instrumentos -guitarra, tambor y trombón- y se inclinan al final, como músicos "de veras". Uno de los robots más artísticos y célebres fue Televox, construcción del ingeniero suizo Wendling. Unos años antes de la última guerra exhibió su robot (cuyo complicado interior era dirigido por una emisora de rayos lumínicos colocada a unos metros de distancia) en los tablados de variedades de Europa.
La maquinaria electro orquestal de Orfeon Gagarin Los nuevos conceptos de sonido amenizando las salas de estar norteamericanas y españolas
No hay comentarios:
Publicar un comentario