Se ha escrito un sinfín de artículos y hasta libros (mención especial al escrito por Antònia Escandell Tur en la editorial Jekyll&Jill) a lo que uno poco puede añadir salvo resaltar su banda sonora marcada desde por sonidos que enfatizan el estatismo de la sucesión de imágenes en forma de fotografías ya sean amenazadoras o poéticas. Así por ejemplo podemos oír desde el principio el sonido de las turbinas de los aviones estacionados en las pistas del aeropuerto de Orly y las voces de megafonía del aeropuerto seguidas por las de la gente aunque más bien hablaríamos de murmullos como también lo serán las de los moradores del bunker que tienen atrapado al protagonista del que oímos sus casi rítmicos latidos. La música viene marcada en los créditos por los Choeurs Russes de la Cathédrale Alexandre Nevsky y la música compuesta por Trevor Duncan acompañando los momentos más poéticos del film en la visita al Museo de Historia Natural. Sorprende la elección de este compositor consolidado anteriormente en el cinema británico a mitad de recorrido entre su labor de ingeniero de sonido y su "harmonic mood music" que sirve como reclamo a uno de sus primeros discos con títulos sin embargo más erráticos como "Twelve steps to chaos" o "Industrial Suit". Decir que la banda sonora del film ha sido recientemente editada por el sello californiano Superior Viaduct.
Podemos encontrar rastros musicales de la imaginería del film como los ojos tapados del protagonista en la sala de experiencias de los subterráneos que bien podían ocupar una portada de Richard Pinhas / Heldon o un relato de Maurice Dantec. Por otro lado su extraño envío a un gabinete científico en el futuro bien podrían ser los habitantes del planeta Kobaia ideado por el grupo Magma o sus componentes posando agrupados en unas de sus primeras fotos en blanco y negro.