lunes, 18 de febrero de 2019

El tránsito etéreo de José Manuel de Yngunza



El pasado 29 de enero José Manuel de Yngunza atravesó las dos columnas de la eternidad, pese a su continua ilusión y ganas de conocimiento su cuerpo se paró tras 92 años y sus manos firmes dejaron de ejecutar una obra pictórica que no tiene ningún rastro mediático. Estamos ante un auténtico artista invisible de quien puedo hablar por ser el padre de mi pareja, al que le he tenido una profunda admiración desde el primer día que lo conocí en su casa de Sevilla. Allí pude vislumbrar sus cuadros que desde el principio vi con gran consonancia con los futuristas italianos tanto en forma como en sus implicaciones alquímicas o las sinestesias entre colores y composición musical, una cosmogonía cercana a Luigi Russolo o la sonakinotografía de Channa Hortwitz, de ambos José Manuel nunca tuvo conocimiento pues sus relaciones con representantes de las vanguardias históricas han sido practicamente inexistentes salvo algunos encuentros en Madrid con Ernesto Giménez Caballero, toda una paradoja para alguien que ha fallecido en La Puebla de Cazalla que cuenta con un museo de arte contemporáneo y que nació en una ciudad de tanta ebullición creativa como fue Tánger.

Siempre he tratado de imaginármelo con sus impecables trajes atravesando la zona internacional de Tánger, centro de espionaje y artistas reunidos en el Cafe París que luego frecuentaban las fiestas de Barbara Hutton que a buen seguro en algún momento habrían acudido a consultar el callejero que él confeccionó o pienso fascinado en su asistencia entusiasmada a un concierto de Yma Sumac en el Teatro Cervantes. También me impresionaron sus profusas crónicas acerca de sus avistamientos de la la otra orilla del estrecho, la Gibraltar de la II Guerra Mundial con los altísimos rayos de luz de verticalidad ascendente proyectados en la noche, un armagedón lumínico que parece proyectarse en algunas de sus obras.

Con esta semblanza pretendo alertar a que su obra no quede relegada al olvido, el haberse mantenido siempre al margen de estamentos culturales obedece en gran parte a una decisión personal y a una tradición hermética de sus iniciaciones esotéricas. Como ha ocurrido con otros artistas "outsiders" o heterodoxos su obra debería estar a resguardo de cualquier posibilidad de abandono.


















Las tres últimas ilustraciones corresponden a una obra musical inescrutable

José Manuel de Yngunza. La Puebla de Cazalla 2017