viernes, 2 de diciembre de 2011

RENÉ DAUMAL





Hace pocos meses la editora barcelonesa Cabaret Voltaire ha rescatado a René Daumal una de las figuras clave del malditismo literario francés con su libro La Gran Borrachera (1938), uno de los pocos libros que nos dejara debido a su temprana muerte a los 36 años. Su vida ciertamente fué corta pero intensa, como muestra su adolescencia en que alternaba la práctica del ciclismo con experimentos de auto asfixia para experimentar sobre los límites de la conciencia. Pronto llegarían sus primeros poemas a través de la revista Le Gran Jeu núcleo del movimiento de Los Silmplistas, quienes comenzarían una serie de disputas con los surrealistas de Breton con quien sin embargo compartían gran afinidad con el ocultismo.
Como muy bien apunta Javier Bassas en el prólogo del libro, la revelación le llega a Daumal a través de una experiencia narco-iniciática que pronto abandonará cuando se introduce en el pensamieto de Gurdjieff que influirá claramente en su libro el Monte Análogo.
Me extraña que con la gente con que se ha emparentado a René Daumal no figure Raymond Roussel con quien comparte un poder de lenguaje en que la palabra iniciática te lleva a caminos invisibles o fantasmáticos, como estos extractos que he seleccionado sobre música o más bien de los sonidos incomprensibles que siempre han reverberado en él desde sus primeros experimentos; antes de pasar a ellos decir que Daumal ha influído en músicos como el pianista de jazz canadiense Al Neil (de el son las dos composiciones en color), Patti Smith que hace poco realizó un corto sobre él o Gary (Valentine) Lachman del que adjunto un artículo.

Sobre la viscosidad del sonido. Los sonidos se despliegan sobre las superficies, se deslizan sobre los parqués, se cuelan en las cañerías, se aglutinan en los rincones, se rompen en las puntas, llueven sobre las mucosas, hormiguean en los plexos, se encienden sobre pelos y revolotean sobre pieles como aire caliente sobre las praderas en verano. Hay batallas aéreas de ondas que se repliegan sobre si mismas, adoptan movimientos rotatorios y se arremolinan entre el cielo y la tierra como el lamento indestructible del suicidado que, a medio camino en su caída de un sexto piso, de repente ya no se quería morir. Hay palabras que no llegan a su destino y que forman bolas errantes, infladas de peligro, como el rayo cuando ha veces no ha encontrado su objetivo. Hay palabras que hielan...

La puerta giró silenciosamente y nos encontramos en el Paraíso ¡Qué luz! ¡Lustrosas lámparas! ¡Molduras doradas! Papel pintado que parecía una verdadera tapicería; sofás hondos como carretas, cubiertos de torrentes de seda artificial; fuentes luminosas que repartían verbena, camomila, menta, naranjada, limonada, con vasitos en metal plateado, ¡más ligero que la plata maciza y más cómodo! Y todo esto por nada, estaba al alcance de los labios. Bibliotecas con catálogos eléctricos y distribución automática. Pupitres en contrachapado con fonógrafo, T.S.F. y cine sonoro individual. Brisa de pachuli. escarcha de glicerina, que no se evapora, sobre hierba de papel parafinado, que no se marchita.
Ángeles de látex,inflados con hidrógeno, flotaban entre las cataratas de luz oxídrica, meneando con sus tiernas manos arpas eólicas de las cuales nevaba el murmuro de valses vieneses y alegres cantos militares; en resumen, de todo para todos los gustos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario