Una de las referencias al origen del título del programa Los Silencios de la Radio que realizaba en Radio PICA habría que buscarlas en el film Orfeo de Jean Cocteau, en la que Maria Casares se ponía en contacto con el poeta Orphée en un mundo etéreo a través de señales crípticas de la onda corta, semejantes ambientes habían sido precedidos por Ramón Gómez de la Serna hacia 1925 en que el escritor madrileño estaba fascinado por este tipo de sonidos que iba coleccionando, pensando agruparlos, nada menos que en dos tomos, como "El silencio radiado" entre cuyos versos encontramos:
...muelles trampolines para el verbo
frases de tenuidad de los fantasmas,
líneas de lápiz en papel de éter,
aros sonoros que empujan las batutas...
Gómez de la Serna percibió enseguida las posibilidades de un medio como la radio y como su palabra se podría electrizar a través de las ondas a las que dedicó una serie de greguerías que fueron emitidas por primera vez en los estudios de Unión Radio Madrid en 1925 y posteriormente en la revista Ondas. Desde entonces han permanecido inéditas hasta que este año la Editorial Renacimiento de Sevilla ha decidido reeditarlas con bajo la edición de Nigel Dennis, en cuya brillante introducción podemos encontrar estas líneas:
"Los escritos de Ramón sobre la radio nos transportan a un mundo -ya desaparecido, desde luego- en que la comunicación radiofónica era una auténtica novedad. Se trataba además, de un mundo más bien complicado, lleno de constantes desafíos técnicos para el aficionado que, por lo visto, no tenía más remedio que aprender a manejar condensadores, transformadores, bobinas, válvulas, reóstatos, galenas, conectadores, auriculares, altavoces y otros aparatos por el estilo, simplemente para oír bien la voz del "speaker". A pesar de la disponibilidad de este tipo de orientación técnica, el radioyente de los años veinte tenía forzosamente que hacer frente a los caprichos y arbitrariedades del mundo del sinhilismo a medida que iba perfilándose: silencios inexplicables, ecos inesperados, interferencias exasperantes, distorsiones de sonido, fenómenos misteriosos de varia índole."
A continuación nueve grueguerías ondulatorias:
En el futuro se emitirán ondas de buen sueño. Es decir, que estando dormidos recibmos pautas de ilusión, verdaderas guias eléctricas para la videncia nerviosa.
El piano de las ondas es como un piano submarino, el piano que teclea en una habitación llena de agua.
Me he asomado muchas veces a la mirilla de las emisoras y confieso que no se ve nada; noche absoluta; camino sin faroles; sombra llena de oídos.
A los conciertos públicos de la Radio ha habido algunos que han ido provistos de auriculares y otros que no querían creer que allí había músicos, sino que creían que todo era un "micronofismo", que es como quien dice un espejismo del oído.
Nos acordamos, al pensar en la inmensa estrella de los radioyentes que atienden al mismo tiempo al programa, de aquellos escuchadores del fonógrafo con gomas que empalmadas al mismo aparato, con vuelta de él, se miraban como extraños y como parientes, con el parentesco de oír al mismo tiempo el mismo misterio.
Si la metampsicosis fuese verdadera, los radioyentes se convertirían en pájaros y se pondrían a oír con las antenas.
Los esquemas de los aparatos de construir son como planos para las casas de las ondas y esos muelles lineales que a veces los interrumpen, parecen indicar el sitio de los divanes.
Los cipreses son las antenas del reino vegetal.
Hay mucha música de Radio que viene de la gruta desconocida.
Ramón Gómez de la Serna haciendo crónicas radiofónicas desde su propia casa
Estudio y antenas exteriores de Unión Radio Madrid
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