Uno no puede tener prejuicios y hay que reconocer que dos de las formaciones más singulares que hay en este país han surgido de la escena heavy metal, eso sí en su vertiente más innovadora, me estoy refiriendo a los sevillanos Orthodox y los madrileños Wormed, ambos han traspasado ampliamente fronteras hasta tal punto que a los primeros los descubrí vía Julian Cope y a los segundos de la mano de la sabia crítica del periodista Edwin Pouncey, ambos verdaderos catadores del rock más visionario.
Wormed acaba de editar Krighsu, su tercer larga duración desde sus comienzos en 1998, algo inaudito en la sobrecarga de ediciones que saturan el mercado discográfico, aunque hay que tener en cuenta que esta escasez ha estado marcada por diferentes cambios de formación. El disco es un alarde de sincronización de riffs extremos de guitarra unidos a las portentosas voces de altas frecuencias mezcladas con subgraves a cargo de Phlegeton, un vocalista que nada tiene que ver con el arquetipo habitual del death metal, ni tampoco los interludios y fade outs de ambiente industrial que bien les emparentaría a formaciones que ellos han seguido como Autechre o Scorn, puede apreciarse en la remezcla de su propio tema Vortex Mitosis.
La ciencia ficción es el territorio por donde transita el grupo, Krighsu es el último post-humano en una nueva era, una nueva existencia en una galaxia robotizada, textos que nos remiten a un mundo de transhumanismo y xeno colonización con una rítmica ultra celular, ambientes y sensaciones que me remiten a Chrome y su disco de 1979 Half Lip Moves, la colisión de la ciencia más avanzada y lo imprevisible del espacio inexplorado.
Diseño gráfico del grupo a cargo de Phlegeton (abajo en la foto)
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