La pasada semana finalizó en Madrid la exposición La belleza de lo descomunal, un acertadísimo título para exhibir la obra del arquitecto y pintor asturiano Joaquín Vaquero Palacios cuya obra arranca en los años veinte con un trasfondo utópico y futurista que en gran parte reorientó en su estancia en Nueva York entre 1928 y 1930 donde llegó a relacionarse con pintores como Edward Hopper o Lionel Feininger. A su regreso a Asturias una sucesión de encargos para fábricas, presas y centrales hidroeléctricas nos presentan unas obras de arquitectura brutalista con relieves ornamentados en hormigón y decorados interiores con esquemas electromagnéticos, la imágen perfecta para "l'elettricità dalle mille traccia folgorante i violette" del manifiesto de Marinetti "Contro la Spagna Passatista".
Pertenezco a una generación y escena de músicos que en los principios de nuestra trayectoria asistíamos ensimismados a la estética del maquinismo y la ruina industrial, recuerdo muy especialmente un viaje desde Bruselas a Düsseldorf donde uno quedaba asombrado de la inmensa central en los alrededores de Zwolle y que supongo sería el origen del nombre de De Fabriek vecinos de la localidad o de una repentina parada del tren en el ocaso del día en el sector de Duisburg ante una subestación eléctrica idéntica a la que aparecía en el interior del primer disco de Kraftwerk fotografiada por Bernd y Hilla Becher, auténticos exploradores de todo este paisajismo que ha tenido también en nuestro país representantes como Manuel Esclusa o Joan Fontcuberta sobretodo en sus ambientes nocturnos.
Central de Miranda
Central de Salime. Mural interior y Sofá-turbina, zona de descanso para los trabajadores
Dibujo de Nueva York, 1928
Fotos blanco y negro. Fuente Lastra Arquitectos
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