domingo, 23 de mayo de 2021

Juan García Castillejo, invenciones, revelaciones y profecías de la música eléctrica


"Ahora un soliloquio !!!Música!!!...!!!Música!!! y todo en una lámpara". Esta frase que podría parecer extraída de las greguerías onduladas de Ramón Gómez de la Serna pertenece a otro ilusionista de la escritura de muy diferente ámbito al escritor madrileño, se trata del clérigo Juan García Castillejo y está extraída de su libro La Telegrafía Rápida-El Triteclado y la Música Eléctrica. Publicado originalmente en Valencia en 1944, recientemente ha sido reeditado por Francisco López y la Fonoteca SONM de Murcia en una cuidadísima edición facsímil acompañado por otro pequeño libro donde Rubén García y Llorenç Barber nos introducen al escritor desde el recuerdo de emoción e intriga que supuso su hallazgo en librerías de viejo, este último lo compara al descubrimiento del libro Música y Máquina firmado por Fred K. Krieberg y editado por Ediciones Zeus en 1964, también lo fue para mí en una de las librerías de viejo en la calle Aribau.

Los primeros capítulos del libro están centrados en el avance que supuso el uso del morse y el sistema Baudot, sus aplicaciones y manipulación le llevan a la creación del triteclado enlazándolo con posibles invenciones que ofrece todo el espectro radioeléctrico como pulsaciones y descargas de lámparas de neón unidas a un oscilador para hacer música eléctrica. Su imaginación es desbordante "el filamento incandescente como el rojo de una hermosa flor, empieza a exhalar el aroma de los electrones; la placa pituitaria acoge esos electrones en fragancia y queda establecido un contacto permanente entre la roja flor del filamento y la placa, mientras ambos, filamento y placa estén en ignición". La naturaleza en contacto con las invenciones eléctricas aparecen de nuevo cuando sugiere hacer música submarina con peces accionando un theremin o ranas sensibles a los campos magnéticos y que movieran con sus manos ese instrumento. Fantasías dignas de Raymond Roussel que además nos dan pistas de que Castillejo estaba al tanto de algunos de los novedosos instrumentos de la época, no solo del theremin sino también del trautonium, las ondas martenot o el órgano de fuego.

Como le ocurrió a Rubén García, adivino que Francisco López se quedaría asombrado cuando leyó su capítulo Vibraciones Irregulares en el que el autor relata las posibilidades del mundo de los ultrasonidos, las vibraciones lentas o las microvibraciones de los insectos o del fondo del mar, ondas etéreas a captar para sustituir a nuestros ojos atrofiados, fosforescencias para conciertos eléctricos, prodigios y misterios de un mundo inexplorado que nos llevará al deleite con la mecánica ultramicroscópica de un futuro que también será el de la electrificación definitiva de la música moderna. Estas revelaciones nos llevan  irremediablemente a ver la sincronía con muchas proclamas del movimiento futurista, la espiritualización mecánica de Castillejo no sería bien vista en principio por los futuristas habida cuenta de que deploraban la Iglesia, pero curiosamente varios de sus representantes evolucionaron hacia una espiritualidad hasta el punto de redactar en 1931 el manifiesto del arte sacro futurista. En otro plano, aunque también en el medio religioso, el abad francés Jean Rousselot creaba una fonética experimental para trastornos auditivos para lo que se hacía servir unos laboratorios de grabación con presencia destacada del quimógrafo, un aparato que quizá si pudo conocer habida cuenta de que circulaban algunos por España como demuestra la colección que conserva el Laboratorio de Fonética del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

La segunda parte del libro gira en torno a su invención más destacada el Aparato Electro Compositor Musical, la vitalidad de la música eléctrica a través de osciladores reemplaza a al sonido mecánico de las pianolas aún en sus versiones más aventuradas, los conceptos clásicos de la armonía disminuirán en favor de la disonancia, todo ello unido al dominio de los electrones hará en palabras de Castillejo a llevar a un nuevo campo para el desarrollo de la música como es el Autocompositor Musical que obtendrá de su instrumento la posibilidad de una combinatoria que suceda del azar que permita un gran grado de improvisación. A esta clarividente predicción habría que añadir las posibilidades compositivas que da al gramófono como estaba ocurriendo con la música concreta de Pierre Schaeffer.

En el capítulo dedicado al futuro de la música eléctrica nos vuelve a asombrar con esta predicción sobre la utilización del efecto de Voz Humana: "Por fin resultará asombroso su estado de apogeo, cuando ciertos dispositivos sintetizadores recompongan elementos analíticos y podamos reconstruir una bella voz como la de Fleta para el canto y una máquina parlante para discursos con la sola manipulación de teclas o botones". A algunos les parecerá disparatado pero treinta años después en el tema Radioaktivität de Kraftwerk encontramos en el núcleo de su instrumentación dos pasiones de Castillejo, la utilización del morse como impulso rítmico y la Vox Humana obtenida a través del Vako Orchestron, un instrumento heredero del Optigan, artilugio que bien podía haber desarrollado nuestro protagonista habida cuenta de los conocimientos que había adquirido, de hecho una firma de Barcelona interesada en añadir a sus órganos unas prestaciones de efecto de voz humana diseñadas por él, no llegaron a ningún acuerdo,  manifestándoles "yo llevo sotana, no quiero ganar dinero". Años más tarde moriría en la pobreza, sus aparatos acabaron en una chatarrería y una casete en que daba instrucciones para la construcción de sus inventos desapareció. No tuvo la suerte de José Val del Omar, otro mecamístico con muchos puntos en común incluida su estancia en Valencia mientras se escribía este libro, de él se pudo salvar gran parte de su legado pese a haber estado en un gran olvido durante muchos años. La labor de investigación y difusión de gente como Llorenç Barber de las músicas sumergidas a nivel nacional y local ha hecho posible el reconocimiento de Juan García Castillejo acentuado con los premios que desde 2008 se conceden con el nombre de Premi Cura Castillejo al propondre més foragitat.


                                                    Tres ilustraciones del libro

 
                                                   Aparato Electro Compositor Musical

Thomas Whilfred y su Clavilux una de las invenciones paralelas al mundo de García Castillejo

                    Wendeim Weissheimer tocando el órgano de fuego o pirófono

             Charles Tournemire tocando el órgano de ondas en una iglesia francesa

                                         El abad Jean Rousselot con un quimógrafo



El sonido transmitido en la distancia. Arriba: El coro y el órgano de una iglesia en Washington ideado por Hugo Gernsback. Debajo:  Uno  de los 35 altavoces del Circuito Perifónico en Valencia desarrollado por José Val Del Omar.

Juan García Castillejo mostrando uno de sus instrumentos


No hay comentarios:

Publicar un comentario