Sobre el suelo agrietado se levanta una aureola de escombros; en esos panoramas desoladores la presencia del hombre aparece en las huellas, en los trajes, en los esqueletos y en los muertos. Esta presencia humana de realidad fantasmal, que surge en medio del torbellino de las basuras, está integrada a las piedras sacudidas, a los espacios cubiertos de ceniza, a las superficies inundadas por el légamo, habitada por los vegetales más ásperos y explorada por los animales más agresivos.
Palabras de la pintora Maruja Mallo en la época de su serie Cloacas y Campanarios a finales de los años veinte en el Madrid de los cafés literarios, donde se reunían todas las vanguardias en tertulias como la Sagrada Cripta en el Pombo en el que Maruja arremetía contra la Mafia Santa y los putrefactos, una serie pictórica que poco después deslumbraría ya en París a André Breton, hasta tal punto de adquirir Espantapájaros una de sus mejores obras, que hace pocos años se subastó entre toda su colección por una cifra descomunal, este hecho y la adquisición de otra de sus pinturas por Madonna quizá le ha dado de una mayor proyección internacional que hasta ahora apenas tenía, pese al reciente libro sobre ella de la nortemericana Shirley Mangini.
Sin embargo posiblemente su mayor logro sea su propio personaje lleno de modernidad, excentricidad y provocación que le hizo jugar con el disfraz y el travestismo como Marcel Duchamp o con perturbadoras fotografías semblantes a Claude Cahun, de hecho su auto promoción le llevó incluso a fotografiarse con Andy Warhol poco antes de morir. De esta serie de fotos incluyo a continuación todas las que se hizo en el pueblo madrileño de Cercedilla, concretamente en las vías muertas del tren que parte para Navacerrada, me atrevo a concretar el sitio pues de pequeño paseé varios veranos justo en frente del lugar, que por la noche adquiría el enigmático ambiente de las estaciones abandonadas de Paul Delvaux.
No hay comentarios:
Publicar un comentario