jueves, 28 de julio de 2016

Vagos y maleantes, Carlos Garrido y el malditismo pop




Muchos lo recordarán como el propietario de la boutique en Madrid donde se juntan los otros protagonistas de la película de Iván Zulueta Un, dos, tres al escondite inglés (1969), un papel que tenía bastantes paralelismos con su vida real al regentar la boutique Angie Cat, nombre originado por su propia pareja londinense. Un año más tarde aparecería  como actor en el film de Carlos Serrano Las gatas tienen frío, de nuevo en un papel absolutamente cercano a la realidad como nos muestra esta escena rodada probablemente en la discoteca Stones donde apunta sobre los fondos de fotografías bélicas y psicodélicas que aparecen en un ensayo del grupo Conexion y que argumenta que no desentonan con lo que se puede ver en el Electric Circus.

Poco después de esa filmación y un día antes de la publicación del primer single de Angy Cat, Carlos Garrido aparecería tragicamente muerto en la bañera de su casa por una fuga de monóxido de carbono. Gran parte de la prensa de entonces manipuló la noticia aprovechando el tirón de sucesos recientes (Tico Medina escribió un esperpéntico artículo "Yo también tomé L.S.D") como el de Brian James o la familia Manson, aludiendo que fue resultado de una sobredosis de drogas, entre las detenidas la actriz Veronica Luján que junto a Gisia Paradís habían padecido las andanzas de la brigada de estupefacientes siendo conducidas a la cárcel de mujeres y posterior prisión psiquiátrica. Una de estas redadas afectó también a Will More, el actor fetiche de Zulueta y en el mismo ámbito pocos meses antes ingresaban en Carabanchel Eduardo Haro Ibars y Leopoldo María Panero a quienes se le aplicaron por consumo de drogas la ley de vagos y maleantes aguantando presidio durante cuatro meses.



                                                    Portada del single de Angie Cat


El suceso de la muerte de Carlos Garrido a través de dos publicaciones cinematográficas

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