Al llegar al sobrecogedor paisaje de Los Barruecos uno entiende como Wolf Vostell decidió establecerse aquí tras su primera visita en 1974 y empezar a transladar parte de su obra desde Berlín a un antiguo lavadero de lanas del siglo XVIII , todo un acto de transhumancia que comenzó con la obra del coche y hormigón frente a las imponentes Peñas del Tesoro, lugar donde al parecer se adoraba a la diosa prerromana Adaegina y que ocupan montones de cigueñas cuyo crotoreo nos "ambienta" en una visión del lugar cuyas caprichosas formas de erosión granítica recuerdan el Cap de Creus de Salvador Dalí con quien Vostell se intercambiaron dos obras.
Vostell intentó desde el primer momento nivelar los happenings de Fluxus con los rituales y comportamientos del pueblo como se ve en estas palabras: "No es necesario dominar al hombre que habla con las estrellas, que conoce el calor, él comprende al artista, como la vanguardia Fluxus santifica los valores de la sencillez, el grito del pájaro, el balar de la oveja, el idioma de las piedras", sin duda buenas intenciones para un movimiento marcado sin embargo por una fuerte estética de destrucción sobretodo a partir de dos iconos de velocidad y alienación del siglo XX como son el coche y la televisión y que constituyen el núcleo de lo expuesto en el interior del museo o del film Sun in your head de 1963 que cierra esta entrada.