Cuando atravieso España en coche a través de espacios enormes donde apenas hay nada, pienso en Peter Handke y lo mucho que le atrae esta circunstancia hasta tal punto que en un extravío absoluto como viajero recaló en varios lugares entre 1988 y 1990 como Linares donde escribió" Ensayo sobre el cansancio" y en Soria "Ensayo sobre el jukebox", otros puntos de su devenir se sitúan por ejemplo en Gredos, Yuste, Las Tablas de Daimiel o Llivia. El propio autor apunta que escribir es un viaje nocturno durante el cual las palabras, las frases y los párrafos producen luz.
En mis años más jóvenes su libro Cuando desear todavía era útil publicado en 1978 por Tusquets en su colección Marginales me atraía tanto en los entornos de sus textos como las fotografías efectuadas por el mismo incluidas en el libro, monocromías en espacios vacíos difuminados que parecían encerrar secretos tecnológicos. El otro gran descubrimiento será su melodía del lenguaje, una musicalidad, que como el apunta, nace con tristeza y añoranza.
¡Cuán agudo chirriaba
el aire!
Y entonces
de pronto
muy cerca de la ventana
entre el clamor de los pájaros un silbido grave
una melodía de juke-box
¡Un hombre! pensé
deletreándolo de miedo mortal
y me retorcí abrasándome
sin moverme
!Aquel fantasmagórico monstruo
que debe ser asesinado
a la luz deshabitada del alba...!
Bocanadas de miedo ascendían
por la escalera del sótano
y el hombre razonable que hay en mí
escuchó:
la melodía se repetía
se repetía
"ningún pájaro canta tan monótono
lo inmatérico pretende burlarse de mí
ríe sarcástico
con labios negros como el carbón"
pensé yo
La luz al parpadear tenía el color de la época
en que todavía creía en el infierno
y el monstruo pifiante agitaba
en silencio las muñecas frente a la ventana.
(Als das Wünschen noch geholfen hat. 1974)
El SIMPOSIO SOBRE RUIDO Y RUIDOS, más o menos molestos, iba a tener lugar en un centro de congresos, en la estepa española, al pie del cerro circular sobre el que, en la época prerromana, había estado Numancia. Por lo demás, en los alrededores, ninguna población, sólo tres casas de campo abandonadas desde hacía tiempo. La carretera que llevaba al centro era una simple pista para jeeps. Luego ni rastro de un "centro". (...)
Una vez más estaban también de acuerdo en que, por las razones que fuera, el ruido más suave podía asaltarle a uno como si fuera una turbamulta, y en que, a veces, incluso el silencio podía hincharse hasta convertirse en un tumulto del cual uno quisiera huir para refugiarse en un estrépito real. Del mismo modo como uno podría librarse de determinadas imágenes, incluso después de estar lejos de ellas en el tiempo y en el espacio, lo mismo ocurría que uno había vivido como algo maligno y hostil; una vez enmudecido en el exterior, el ruido que uno había vivido como algo desagradable y hostil seguía resonando por dentro. Uno ya no realizaba el silencio. El barullo que había durado todo el día seguía zumbando por la noche en sueños. El chirriar de metal contra metal le perseguía a uno metiéndose en el desierto. "El traqueteo, los chillidos, las explosiones, los canturreos, el griterío no cesa", cantaba el músico ambulante, "un absoluto deficiente auditivo"-éstas eran sus palabras en la fiesta de despedida, la noche del tercer día-,"el ruido se come mi amor"
(La noche del Morava)