Poco después de la muerte del pensador francés Gilles Deleuze en 1995 nos vimos sorprendidos al año siguiente por la aparición de dos recopilaciones que rendían tributo a su legado: In Memoriam Gilles Deleuze publicada por Mille Plateux y Fold&Rhizomes for Gilles Deleuze a cargo de Sub Rosa, algo que tenía su lógica pues los dos directores de estos sellos Achim Szepanski y Guy-Marc Hinant tenían estudios universitarios de filosofía y ambos militaban en dos formaciones destacadas de la escena experimental europea de los primeros ochenta como eran P16 D4 en Alemania y Pseudo Code en Bélgica. Sí que hay un pequeño matiz y es que Deleuze tuvo una implicación más directa en la recopilación de Sub Rosa ya que tras conocer en París a Hinant este le mandaba envíos de formaciones que pensaba podían interesarle habida cuenta que su única relación conocida con la escena electrónica experimental es la que mantuvo en los setenta en París con Richard Pinhas con quien incluso grabó el tema Le Voyageur para su formación Schizo, proyecto paralelo de Heldon que luego también incluiría este registro en su disco Electronic Guerrilla, un hecho que en momento de aparecer los cds para mi asombro apenas se comentaba, quizás por el distanciamiento entonces de esta escena de estriada microelectrónica con alguien adscrito al rock progresivo que sin embargo era mucho más amplio de horizontes como luego se vio con colaboraciones que alcanzan a Merbow o al propio Achim Szepanski.
Siempre que hay discos de tributo surge la duda de la implicación o conocimiento del participante con el homenajeado, es de destacar que en ambas recopilaciones coinciden tres nombres: Mouse on Mars, Oval y Scanner, en esta caso especialmente las dos últimas si parecen estar en consonancia con las topografías de longitud y latitud sonora, un mapa de velocidades, intensidades, umbrales y llanos que descubrimos en su libro Mil Mesetas, el rizoma, la desterritorialización, la alternativa al lenguaje unidereccional, el devenir imperceptible, las estancias nómadas y para los que estamos en el territorio musical cobraba una especial significancia el capítulo del Ritornelo, el sub-canto de las notas extrañas o añadidas en el agenciamiento de una máquina.
Dos libros a principios de este milenio nos ayudan a discernir los flujos del cosmos sonoro de Gilles Deleuze: Les LArmes de Nietzsche, Deleuze et le musique escrito por Richard Pinhas y en el 2006 en Italia (un año después del imprescindible Scultori Diu Suono de Daniela Cascella) Millesuoni Deleuze Guattari a cargo de Emanuele Qinz y Roberto Paci Dalò recientemente editado en español como Mil Sonidos por la muy interesante editorial Tercero Incluido. En él los anteriores citados Guy Marc Hinant y Achim Szepanski junto a otros músicos, artistas e historiadores nos transmiten como plantea Deleuze a trazar una cartografía de las disonancias y las alteridades para tener una percepción rítmica, conceptos útiles para los músicos especialmente los más jóvenes ávidos de inputs que puedan dar sentido a la inmediatez de las nuevas tecnologías, muchas veces apenas novedosas con respecto a los casi treinta años pasados de estas recopilaciones marcadas por el apogeo entonces de prácticas como el muestreo, el glitch digital, los clicks&cuts o términos ya casi olvidados como "illbient". Alguien podrá decir que son clichés pero hay que reconocer que si apenas han habido avances desde entonces si lo comparamos con treinta años antes de 1996 la diferencia es sustancial, por supuesto hablando siempre en este tipo de escenas; si nos vamos a los cursos de conservatorio apenas ha interesado Deleuze pese a conferencias tan importantes como la que impartió en el IRCAM de París a instancias de Pierre Boulez y Jean Claude Rissett con coetáneos como Roland Barthes o Michael Foucault entre la audiencia.
Sí cuando aparecieron In memoriam of Gilles Deleuze o Filds&Rhizomes pensaba en Richard Pinhas como músico más cercano al filósofo francés tampoco podía olvidar a Santiago Auserón, es asombroso que ambos compartieron sus clases en el centro universitario de Vincennes. Cerca del recinto madrugaba por las mañanas junto a su pareja Catherine François paraasistir a sus clases e incluso en una ocasión le pidió consejo acerca del inminente proyecto de Radio Futura que afrontaría a su regreso a Madrid. Poco antes en el tiempo seminal de la "premovida" sus artículos en Disco Express de ellos junto a su hermano Luis y pareja Monste Cuní con el seudónimo de Corazones Automáticos, un aparato de captura de música moderna sin rostro en términos deleuzianos como también lo eran los llamados pintores esquizos de la figuración madrileña de los setenta, ciudad que albergaría un pronto homenaje al año siguiente del fallecimiento de Deleuze en el que no podrían faltar el propio Santiago Auserón y José Luis Pardo, ambos dos años antes habían también participado en el imprescindible número de la revista Archipiélago dedicado a él en que este último escribe Y cantan en llano del que reproduzco un extracto:
En los límites de la imaginación se adivina una especie de ruptura de la armonía, un límite de las consonancias en el que la naturaleza sonora, al complicar sus ritmos, abandona su estructura musical para devenir caos, sonido desmedido, inmenso, ruido desordenado, dolor y no ya placer de los sentidos, estridencia insoportable o silencio exasperante. Como si se tratase de una cantinela compuesta de silencios, de intervalos, un estribillo cuyas notas fueran exactamente lo que no se puede oír, lo que está entre una nota y la siguiente o la anterior, el rumor inclemente de la tempestad, de la gran ola en cuya corriente se insertan las cancioncillas, el fondo amorfo en que los instrumentos troquelan las formas y las figuras, los espacios y los tiempos. La naturaleza sigue sonando, pero su sonido ya no es música sino ruido; o en el mejor de los casos, es ritmo, ritmo puro sin melodía, variedad sónica que, en el límite y aun en los límites de lo audible, puede contener infinitas desigualdades temporales.
Imágen cristal. Gilles Deleuze y la portada del disco de Fripp&Eno a quienes vio en su concierto del Olympia de París a sugerencia de Richard Pinhas.