Pintura del propio Vicente Escudero
Quien quiera acercarse al muy recomendable libro Coreografiar lo Invisible - Danza, arte y esoterismo en los albores del siglo XX publicado por Sans Soleil Ediciones se encontrará con un conjunto de textos en que la danza a través de la liberación de los cuerpos conjura a la naturaleza recuperando y transmitiendo lenguajes arcaicos. Uno de sus capítulos lo ocupa el bailarín Vicente Escudero quien buscó esta inspiración en las Cuevas del Sacramonte poco antes de recalar en el París de los años 20 del siglo pasado, donde vivió en el edificio que había albergado el legendario Café Le Chat Noir codeándose con gran parte de la vanguardia artística como el mismísimo Man Ray que lo inmortalizó en una fotografía. Esta impronta se puede leer en este extracto de su libro Mi baile y otros textos en el que también nos narra un sueño que tendría su trascendencia:
Durante mi fiebre pictórica estaba tan influido por todas las teorías nuevas que me pasaba las noches sin dormir y cuando lo hacía mis sueños estaban también sugestionados por ellas. Así, una noche soñaba que bailaba con el ruido de los motores y al poco tiempo lo convertí en realidad, llevándolo a escena de la sala Pleyel, de París, en un concierto que presenté un baile flamenco-gitano, con el acompañamiento de dos dinamos de diferente intensidad. Yo a fuerza de quebrar la línea recta que producía el sonido eléctrico,compuse la combinación rítmica-plástica que me había propuesto por voluntad y que para mí representaba la lucha del hombre y la máquina, de la improvisación y la técnica mecánica.
Para bailar al ritmo de los motores eléctricos se hizo construir unas castañuelas de aluminio y bronce, pero también lo hizo en New York con un riguroso silencio de fondo, casi dos décadas antes de que lo hiciera Merce Cunningham. Este singular baile con piezas sin música con solo zapateado, silbidos, respiración y chasquido de dedos adquiriría gran protagonismo en la banda sonora casi electroacústica del film Fuego en Castilla de José Val Del Omar donde a Escudero más que verlo lo intuimos a través de sus estallidos y sombras.
Fotografía de Man Ray Portada de su disco con foto de Richard Avedon
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