jueves, 11 de julio de 2013

Bruges-la-Morte, Georges Rodenbach

 


Mientras tanto, la orquesta acababa de acometer la obertura de la obra que iba a representarse. Había leído en el programa de su vecino el título en grandes caracteres: Roberto el Diablo, una de esas óperas anticuadas en las que consiste casi invariablemente el espectáculo de provincias. Los violines ejecutaban ya los primeros compases.
Hugues se sintió aún más turbado. Desde la muerte de su esposa no había escuchado ninguna melodía. Temía el canto de los instrumentos. Incluso el insignificante concierto asmático y acidulado de un acordeón en las calles le hacían saltar las lágrimas. Y también los órganos, en las iglesias de Nuestra Señora y de Santa Valpurgis, los domingos, cuando parecían cubrir de telas negras y catafalcos sonoros a los fieles.

Sobre todo aquella mañana de marzo adolescente se sentía más exultante aun por encaminarse a su querido Beguinaje, a paso ligero, enfundada en su gran amigo negro de capucha que oscilaba como una campana. A lo lejos, los tañidos parecían acompañar sus pasos, sonidos de parroquias unánimes y, cada cuarto de hora, intercalada, la música aguda, trémula del carillón, una melodía que parecía percutida en un teclado de cristal...

Como al principio, recuperó el gusto por aquellos lugares, donde se detenía por las noches, sobre todo disfrutaba de las naves de la catedral de San Salvador, de sus mármoles negros, su enfática tribuna desde la que se desprende a veces una música que centellea y se deshace...

Entonces se oyó el ruido de los incensarios. La humareda azul formaba volutas más prietas; y todas las campanitas se unieron formando un polvo sonoro que cubrió el aire.











Textos y fotos del libro del libro de George Rodenbach Bruges-la-Morte, una música que se desvanece
entre silencios, melancolía y pérdida del tiempo en que la ciudad es un estado de ánimo y un simulacro de vida. Una simbiosis que luego podemos encontrar en Nadja de André Breton o en libros de W.J. Sabald o Peter Handke.

                                          Rodenbach, dandismo diletante

Ferand Khnopff, Une ville abandonnée, inspirado en el relato de Bruges-la-Morte, el enigma de la desaparición.

             Steve Roden, When books are like butterflies, instalación sonora basada en en este libro.


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