Cualquier persona que no conozca los intereses y trayectoria de Daniel Sedcontra se podrá quedar sorprendido de ver que tras su triple cassette Aural Irrumatio anclada en los extremos de la sonoridad ahora haya decido adentrarse en un ensayo sobre el cristianismo titulado Cristianismo Ficcional en la editorial Incorpore, sorpresa relativa pues la primera Aural Irrumatio no dejaba de ser también un ensayo en este caso sobre pornografía aural y diversas connotaciones religiosas ya aparecían parcialmente en sus escritos La música industrial y el mal o en el largo artículo sobre Radio Werewolf y sus entornos satanistas aparecido en la revista Agente Provocador, en ambos se nota en algún momento el influjo de este libro que entonces estaba en proceso. Quien lea el libro encontrará en alguna página estas escenas mayormente popularizadas por Anton Lavey a veces superfluas y estrafalarias que Rene Guenon hubiera calificado de satanismo inconsciente, pero estas no dejan de ser casi anecdóticas al lado del riguroso análisis que el autor hace de veinte siglos del cristianismo desde el cuestionamiento al dogma católico y su desvío por las instituciones eclesiásticas.
En sus orígenes, independientemente de ser o no creyente, uno no puede negar al visitar las catacumbas paleocristianas la atracción a su clandestinidad y secretismo algo que Sedcontra califica como criptocristianismo en párrafos como el siguiente: "Silenciar, callar, aparentar hablar de otra cosa para decir como bajo mano lo que importa decir. Amar con el amor permitido socialmente para entregar el otro amor, el que importa, sin pronunciar nunca el nombre propio al que va unido de manera indisoluble. Regreso a la clandetinidad inicial del primer cristianismo, a la época de las catacumbas, cuando el nombre debía ser pasado bajo silencio so pena de muerte mediante el acrónimo "Ichthys" (que en griego significa pez) (... ) En la actualidad no hay pez que valga, pero sí la estrategia discursiva de lo indirecto, del rodeo, de la transnominación, y la obra del amor innominado que solo se verifica en el más profundo de los silencios. Situación de un nuevo criptocristianismo, más secreto y mistérico si cabe que el que tuvo lugar en sus orígenes."
La existencia de Jesucristo estuvo sujeta a su difusión por diversas tradiciones orales modificadas muchas veces por sus sucesivas traducciones, esto no es óbice para la aparición de los eremitas, vidas ascéticas de mortificación física y purgación de las pasiones, como dice Sedcontra una morbidez psicofísica en que aparecen las peores tentaciones cuando más cerca de Dios estaban, una condición que refleja muy bien Luis Buñuel en su film Simón del Desierto. El director aragonés dicho sea de paso pensaba que el cristianismo en el mundo actual estaba destinado al fracaso, pese a esto cada vez que podía hacía retiros espirituales en el Monasterio del Paular, posiblemente posos de la atracción al cristianismo de su primera juventud semejantes a los que tuvo George Bataille que llegó incluso a plantearse el sacerdocio, ejemplos ambos de un cristianismo ateo, término utilizado en el presente libro. El filósofo francés aparece frecuentemente referenciado en el libro así como Pierre Klossowski quien pudo simultanear sus ensayos sobre el Marqués de Sade o Nietzsche con los estudios sobre gnosticismo herético, la patrística o la teología medieval. Una amalgama de influjos recreados píctoricamente hacia la sexualidad callada de sus representaciones, un acto inconcebible para una moralidad católica.
Una moral católica que sigue creyendo mayoritariamente que el lugar de la iglesia tiene que reservarse al ámbito exclusivo de su acto más elevado que es la misa como ocurrió en el festival musical Unsound de Cracovia cuando se prohibió un concierto de Current 93 en la Iglesia de Santa Caterina acusando a su líder David Tibet de satanista, algo paradójico habida cuenta de sus creencias profundamente cristianas. Poco han cambiado la institución desde de los escritos de San Juan donde se consideraban las danzas como obscenas basuras del diablo a la vez que se incitaba a perseguir a los que tocaran la cítara uno de los instrumentos que se asociaban a la inmoralidad estando al servicio de Apolo, las Musas, Minerva y Mercurio. Esa razón hizo que los instrumentos musicales no pudieran entrar en los recintos eclesiásticos donde solo se permitían los cánticos de salmos. No sería hasta mucho más tarde que un instrumento como el órgano tuviera cabida algo que ha llegado a tiempos recientes con ejemplos como Oliver Messiaen en la Saint Trinité de París o Akos Rozmann en la Catedral de Estocolomo, ejemplos de una docta cristiandad en recogimiento ante el milenarismo del siglo XX que teme el fin de su existencia; Daniel Sedcontra lo expone juiciosamente en el siguiente párrafo: "Es posible que el temible interrogante resurja en un momento histórico en que la religión cristiana está llegando manifiestamente al término del ciclo de su existencia. Puesto que el cristiano debe creer que la proximidad del fin del mundo coincide con la proximidad del fin del cristianismo y puesto que la agonía de esta religión ya es un hecho objetivo, al fiel actual no le queda más remedio que vivir y habitar su presente bajo los signos del fin. Ese cristianismo terminal se halla en una situación similar a la de sus inicios: la de ser una fe para una sola persona (Cristo, el primer cristiano, versus el último cristiano) o para un grupo muy reducido de personas (los apóstoles y discípulos versus los escasos fieles en diáspora de los tiempos postreros). La figura de este último cristiano encuentra in extremis un sentido y una función en el hecho mismo de estar a punto de perder todo sentido y toda función. Este se enfrenta a la radical incertidumbre de que pensar, que decir y qué hacer cuando puede leer con diáfana claridad el miedo, sordo y sibilino, en todos los rostros; cuando una sombra informe se cierne impecable sobre la totalidad del corpus social, atenazándolo hasta la asfixia; cuando una gigantesca conspiración técnico-especular contra la vida, alimentada por la sangre y los tuétanos de la masa humana, está dejando a los hombres sin alma, sin humanidad, sin espíritu".
A título personal la lectura de este libro me ha llevado a un recuerdo de un amigo fallecido hace años cuya vida e inquietudes fuera de la rutina laboral le llevó como pasó a su admirado Huysmans a un mundo de refinamiento literario e iluminación teológica que le permitió incluso a poder acceder con asiduidad a la biblioteca de la Cartuja de Montealegre muy cerca de su casa donde vivía con un exquisito decadentismo, alternando elixires como el Chartreuse y la absenta ambientado desde el tocadiscos con fondo de Kevin Ayers, Popol Vuh o Laura Nyro; mientras en la mesa camilla de su salón biblioteca aguardaban pilares de libros, muchos de los cuales comprados en la ya desaparecida librería Herder de la calle Balmes de Barcelona especializada en libros de filosofía y religión. Allí sí hubiera visto Cristianismo Ficcional no hubiera dudado en llevárselo a su morada.
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