lunes, 10 de mayo de 2021

Le Rachdingue, la discoteca surrealista


El estreno en el pasado año del film Nou Set Dos permitió recrear o dar a conocer según fuera el caso la vibrante escena musical gironina en el ámbito de la música electrónica de baile o si prefiere de eso que se ha llamado cultura de clubs en un período que habría que situarlo entre finales de los ochenta y los primeros noventa y en dos enclaves fundamentalmente, La Sala del Cel en la ciudad de Girona y Le Rachdingue en Vilajuïga (Alt Empurdà). Ambas salas con sus particularidades propiciaron catárticos live acts complementados en ocasiones con videocreaciones o performances de carácter lúdico, una fórmula de la que en gran medida luego los que fueron artífices del Sónar tomaron nota en varias de sus visitas.

Habiendo sido testigo de ambas salas me gustaría centrarme en Le Rachdingue, ya que en esa época la visité en ocasiones al pasar varios veranos en la cercana localidad de Roses, en alguna ocasión acudí junto a la experimentada raver Pili Llorens y también en un inolvidable encuentro con Toni Huertas Cos después de ver aparcada su Harley Davidson verde esmeralda frente al Hostal Xavi de Vilajuïga, dos personas que bien podrían significar el característico ambiente que podías encontrar en el lugar, trance cyber punk y derivadas neohippies con marcados influjos surrealistas, no en vano la discoteca fue apadrinada en su inauguración de 1968 por Salvador Dalí, amigo del escritor francés Henri François Rey de cuyo libro Le Rachdingue publicado el año anterior la discoteca cogió su nombre. No hay que olvidar que en otro extremo de Vilajuïga se encuentra el Castell de Quermançó lugar donde Dalí quería construir un órgano cuyo sonido fuera accionado aleatoriamente por la fuerza de la tramuntana y se expandiera al exterior.

Recuerdo especialmente de la primera vez que acudí las reproducciones de las serigrafías de la silla eléctrica de Andy Warhol que había junto a las taquillas, los collages y objetos reciclados de su propietaria Miette junto al fondo transparente de la piscina interior y los potentes focos de luz orientados a la Bahía de Roses, un decorado que bien podía encontrarse en  Low Flying Aircraft, el libro de J.G. Ballard que contiene pasajes de una particular cosmología ampurdanesa que gravitaba desde el Aeródromo de Empuries al Club Mediterranee, un territorio que bien conocía el escitor inglés habida cuenta de sus estancias veraniegas junto a sus dos hijas en la urbanización Santa Margarita de Roses en los primeros setenta. Pese a la proximidad no hay constancia de que visitara la discoteca, pero sí se asegura que lo hizo Mick Jagger, como también el Bar L'Hostal de Cadaqués algo probable habida cuenta de su amistad con Desmond Guinness cuya saga familiar posee una envidiable casa en la población.  Adelantándonos en el tiempo la sala ha vibrado con representantes del techno de Detroit como Richie Hawtin y Carl Craig o en más de una ocasión con el electro- italo disco de Alexander Rubotnick, escuchar allí temas suyos como Problèmes d'amour o Dance Boy Dance en una noche de San Juan tuvo que ser una delicia.

               Portada original del libro Le Rachdinghe de Henri François Rey. 1967

                                                  La discoteca en sus comienzos

    Le Rachdinge, sesión de realidad aumentada (Bahkti y Pili Llorens). 1991






Nou.Set.Dos. dirigida por Albert Domenech y Òscar Sanchez, premio del público en el pasado Festival In-Edit

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