Cuando leí la aparición del libro Víctor Erice y la música a cargo de José Ángel Lázaro López en ediciones Shangrila pensé si la filmografía del director daba tanto para llenar un ensayo de más de trescientas páginas pese a que uno recuerda como uno de los momentos más sugerentes de El Espíritu de la Colmena cuando Fernando Fernán Gómez ya en plena noche comienza a silbar sigilosamente el tango Caminito mientras las niñas acaban de dormirse tras fantasear sobre la película Frankenstein que han visto en el pueblo y su mujer Teresa aparenta dormir oyendo sus pasos acompasados, poco después él se sienta y se pone unos auriculares para oír una radio de galena de la cual no oímos su transmisión pero sí unos fascinantes fragmentos de música electrónica a cargo de Luis de Pablo, un momento de intimidad e interioridad reforzada por la penumbra ambarina magistralmente tratada por el director de fotografía Luis Cuadrado. Lamentablemente estos fragmentos no están editados ni en la discografía de Luis de Pablo ni como banda sonora de una película que parece no tenerla, salvo en los títulos de crédito, sin embargo una música casi intangible recorre la película en que la práctica fílmica te lleva a territorios de música concreta donde pueden convivir el ruido de las colmenas de abejas con el silencio y susurros del interior de la casa.
Víctor Erice no piensa en la música simplemente como refuerzo de imagen, esta aparece de una manera extradiegética y discreta exceptuando momentos destacados de sus películas como el pasodoble En Er Mundo donde el carácter popular del acordeón adquiere una gran dimensión emocional, este instrumento aparecería de nuevo en alguno de sus posteriores cortos pero es sin duda el piano el más presente en su cine especialmente en La Morte Rouge con pasajes de Arvo Pärt y Federico Mompou que en el contexto biográfico del film evocan de alguna manera las clases de solfeo de su niñez, como dice el autor del libro el aura sonoro adquiere "medicina de la tristeza y consuelo de la aflicción". Erice cuenta que durante los rodajes percibe una voz que casi le canta, una ensoñación confundida en la realidad de cuando descubre durante el rodaje de El Sur en un convento a una anciana tocando un armonio con una pieza de la que nunca supo su título.
A título particular rememoro que a cada pase televisivo de El Sur mi padre se emocionaba de júbilo con el baile de Agustín y su hija Estrella en el viejo restaurante bajo los acordes de En Er Mundo que por cierto constituye la portada del libro antes referenciado. Él nació en Ochando el pueblo segoviano colindante con Hoyuelos donde se rodó El Espíritu de la Colmena, en esos paisajes pasó el su primerísima infancia donde mi abuela, que era maestra, acudía en ocasiones a la casa familiar de Fernando y Teresa en la película regentada entonces temporalmente por el Marqués de Lozoya, hablo de los primeros años veinte del siglo pasado. Cuando mi padre falleció decidí recorrer estos lugares con mi viejo R-5, incluido el bar donde en su ahora anexo las niñas ven atónitas la película Frankenstein mientras su madre se desvanece en bicicleta bajo el mortecino alumbrado nocturno del pueblo que aún seguía en apaciguado silencio.
Diferentes instantáneas de El Espíritu de la Colmena (1973)
El piano en la sombras. Tres instantáneas de La Morte Rouge (2006)
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