El fallecimiento de Eduardo Polonio es una irreparable pérdida que sentimos todos los que le conocimos y admirábamos por su cercanía y creatividad, siguiendo y explorando con enorme interés su trayectoria desde sus inicios en la música electrónica de los años sesenta en este país en que es preciso destacar, en especial para los menos familiarizados a estos segmentos de creación, que el terreno musical era un auténtico erial y a pesar de ello estuvo presente en los tres únicos lugares en que esta se podía experimentar como era el Laboratorio Alea de Madrid, los Estudios Phonos de Barcelona o el Gabinete de Música Electroacústica de Cuenca. Aún y así en los primeros ochenta inicia un distanciamiento de estos ámbitos acercándose a la escena más subterránea a través de grabaciones en sellos como Discos Esplendor Geométrico o más recientemente Luscinia o La Olla Express.
Personalmente le conocí por primera vez en 1978 cuando su imponente figura atravesó una de las dos puertas de la tienda de Gay&Company en la calle Hospital para colocar en el tablón de anuncios el cartel de un concierto suyo en la Galería Mattisse. Le reconocí, pues en Disco Express había salido un reportaje sobre Música Electrónica Libre el dúo que tenía con Horacio Vaggione cuyo disco It le comenté había oído presentado por Carlos Tena en el programa Para Vosotros Jóvenes en Radio Nacional, era la primera grabación de música electrónica que oía hecha en España. Aunque deteriorado aún conservo el cartel y hace poco recuperé una reproducción de una foto de promoción del grupo. Más adelante visité su estudio en su domicilio junto a Víctor Nubla a quien le estaba masterizando su cassette Dance Music, ambos nos quedamos fascinados por sus sintetizadores y artilugios colocados en unas estructuras de mecano típicas de la época.
A Eduardo Polonio le he dedicado en este espacio dos entradas que pueden ser revisadas al final de este texto, la primera de ellas dedicada a sus recorridos barceloneses con motivo del cd que grabó para La Olla Express que ahora quería de alguna manera ampliar a raíz de la convocatoria y homenaje que Wet Dreams y Morada Sónica han propuesto a partir del 50 aniversario de su pieza Me Voy a tomar el Orient Express y teniendo su testimonio de sus años vividos aquí y muchos otros más que nos dio en una cena que compartimos con Eli Gras. La otra coincidió con el más que recomendable libro que María de Alvear Editions publicó sobre su trayectoria y que bien podría haber servido para colocar su figura en una manera mucho más amplia como puede haber sido su inclusión en el disco Five Spanish Pioneers of Electronic and Experimental Music 1953-1969 editado por Sub Rosa en la que por cierto protagoniza la portada.
Por último recomendar lo que posiblemente haya sido el año pasado su última entrevista concedida a Ismael G. Cabral, uno de los mejores conocedores de su obra. En ella detalla el reciente lanzamiento de su libro Las Matemáticas, la música y el músico (yo) publicada por EdictOràlia y el último trabajo de composición al que había titulado Lo que no cesa, su título es evocador en estos emotivos momentos y nos puede llevar acaso una trascendencia más allá del lugar, de su querido pueblo onubense de Valverde donde residía, cruce de caminos cercano a las minas al aire libre de Río Tinto que tanto atraen por su aspecto de Marte como los miradores de estrellas de la cercana Sierra de Aracena, un perfecto escenario para la música de las esferas celestes de Kepler que tanto admiraba. En su nocturnidad quien sabe si una estrella errante nos irradiará con su nombre.
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